El principito de Antoine de Saint-Exupéry

viernes, 21 de diciembre de 2012


La historia del Principito puede ser leída por niños y adultos, sacando ambos de la misma lectura, diversas enseñanzas y pareceres. Y es que este relato es simplemente precioso:
El narrador recuerda que impresionado por un libro de la selva, en donde se veía a una boa alimentándose, realizó un dibujo de una boa alimentándose de un elefante. Cuando le mostraba a los adultos el dibujo todos pensaban que era un sombrero. Por esto, decidió hacer el mismo dibujo, pero mostrando el interior de la boa. A esto, los adultos le decían que dejará de dibujar y se dedicara a otra cosa.
Tiempo después, convertido en piloto, en el desierto de Sahara el motor de su avión se dañó. Sólo tenía agua para ocho días. Al día siguiente, se sorprendió al despertar con la presencia de un hombrecito que le pidió que le dibujara un cordero.
El piloto comenzó a dibujar la boa que se había comido el elefante pero el hombrecito lo detuvo. Luego comenzó a dibujar un cordero, pero le pareció enfermo. El siguiente, le parecía un carnero, y el otro era demasiado viejo. Cansado, el piloto dibujó una caja y le dijo que dentro estaba el cordero que deseaba.
La personita se alegró y cuestionó al piloto preguntándole de que planeta había caído. Así, comienzan a conversar, y sale a la luz que el hombrecito había venido de un planeta más chico que una casa. En donde un árbol de baobab podría acabar con éste, haciendolo estallar.
A medida que pasan los días, no enteramos que al principito, le encantan las puestas de sol. Filosofando con el piloto, también se ponen a debatir si los corderos comían flores con espinas. Y ante la respuesta frustrada del piloto, el principito rompe a llorar. Así, comenzamos a comprender.
El principito había salido de su planeta para visitar otros, con el fin de formarse una educación. En el primero, del mismo tamaño que un asteroide, había un rey que vestía de púrpura. Feliz estaba el rey con su presencia, ya que al fin tenía autoridad sobre alguien. Cuando el principito quiso marcharse, lo nombró embajador.
En el segundo, vivía un vanidoso que deseaba encontrar admiradores. En el tercero, vivía un bebedor que bebía para olvidar la vergüenza que sentía por ser un bebedor. En el cuarto, vivía un hombre de negocios que se interesaba sólo por los números. En el quinto, había un farol y su farolero, allí los días duraban un minuto, porque era el más pequeño de todos. El principito se hace su amigo, pero allí no había lugar para dos personas.
En el sexto, vivía un anciano que era geógrafo y que escribía continuos grandes libros. Es al geógrafo que le cuenta como es su planeta: pequeño, con tres volcanes y una rosa con cuatro espinas. Para continuar con su viaje, le pregunta, ¿a dónde debería ir? Y el geógrafo le indica la Tierra.
Entonces el principito cae aquí, en el desierto. Una serpiente le cuenta que en el desierto nunca hay nadie. Una flor le cuenta que tal vez existan seis o siete hombres, pero que al no tener raíces (hecho que les molesta mucho) van de un lado para otro arrastrados por el viento.
Al seguir su recorrido, es el eco quien le responde, dejando al principito pensando que los hombres son raros, que carecen de imaginación y que repiten lo que se les dice. Más tarde, se encuentra con un jardín lleno de rosas. Se siente decepcionado al ver, que su única posesión, la rosa, no es tan única ya que hay montón de ellas. Lloroso ve a un zorro, con el cual quiere jugar. Pero este le contesta que no está domesticado. Al no saber que significaba esa palabra, el zorro responde "crear lazos". Así entiende que él posee un lazo con la rosa, y ahora también con el zorro.
El principito también se encuentra con un guardaagujas y con un comerciante de pildoras de agua. Llegados a este punto el principito lleva hasta a una fuente al sediento piloto. Y éste le dibuja un bozal para el cordero. Al día siguiente, el piloto ve al principito conversar con una serpiente amarilla, preguntándole si lo haría sufrir. El piloto alarmado hace ruido, y la serpiente se esconde. Allí le cuenta que había arreglado el desperfecto del motor y que ya podía regresar a casa. El principito le cuenta que también va a regresar a la suya.
Esa noche, el piloto vio un relámpago amarillo cerca del tobillo del principito, y acto seguido, éste cayó suavemente en la arena. Al amanecer, el cuerpo del pequeño no estaba.
El piloto logró volver con los suyos y confía que el principito también, aunque está un poco preocupado porque se olvidó de dibujar en el bozal una correa.
Todo aquí es simbólico, desde el parecido entre el piloto y el principito, entre los animales, y entre las personas que conoce durante su viaje. Una historia llena de valores e interrogantes que harán reflexionar al más exquisito lector.

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