Edipo rey - Antígona - Sófocles

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Titulo 1:  Edipo
Título 2: Antígona
Autor: Sófocles
Género: Tragedia Griega
Editorial: Centro Editorial de Cultura
Primera Edición: 2006

Edipo rey

Edipo, tragedia griega, es la mayor obra de Sófocles en donde se habla del poder del destino y de la búsqueda de la verdad.
Edipo, rey de Tebas, se encuentra casado con una hermosa mujer, mayor que él, llamada Yocasta. Reunido con una muchedumbre, Edipo plantea el problema de la peste que afecta a su reino. El oráculo de Delfos le tiene una respuesta: aún no se ha vengado la muerte del rey anterior, Layo. Cuando el culpable sea exiliado o ejecutado, la maldición terminará.
Edipo comienza entonces una movida para buscar al culpable, alentando al pueblo a que hable. El adivino ciego Tiresias es llamado, pero este no quiere hablar. Por enojo el rey y el adivino se pelean, hasta que este último exclama que es Edipo el asesino, que se ha casado con su propia madre y que ha tenido hijos con ella, y que pronto Edipo se quedará ciego como él mismo.
Creyendo que las palabras del adivino son injurias y que éste está aliado con Creonte para desplazarlo del trono, lo echa. Creonte indignado con esto, asegura a Edipo que está equivocado. Yocasta interviene para tranquilizar los ánimos, y le asegura que las adivinaciones no son ciertas, ya que a Layo le habían dicho que moriría asesinado por uno de sus hijos, y no había ocurrido así, porque Layo había muerto asesinado por unos bandidos en un cruce de tres caminos y su único hijo había sido asesinado apenas nacido por la orden del rey. Al conocer estos detalles, Edipo se asusta y exige que traigan al único testigo de la muerte de Layo.
Edipo le cuenta a Yocasta que él fue criado por Pólibo y Mérope, reyes de Corinto, pero que al escuchar rumores de que no eran sus verdaderos padres, fue a ver al oráculo de Delfos, donde había sido informado de que mataría a su padre y se casaría con su madre. Por esa razón había abandonado Corinto. En un cruce de caminos, había peleado con varias personas, matándolos. Edipo mantiene la esperanza de no haber sido el asesino aferrándose a las versiones que dicen que fueron varias personas quienes mataron a Layo.
Un mensajero inesperado aparece, para informarle a Edipo que Pólibo había muerto y que deseaba que se hiciera cargo del trono. Es también este mensajero quien informa que Edipo no era hijo de Pólibo y de Mérope. Pues a él lo había recogido el mensajero, cuando era un bebé de manos de un pastor que iba a abandonarlo. Yocasta al oír esto huye.
El testigo del asesinato del rey aparece, y ante las preguntas de Edipo, revela que el hijo de Yocasta y Layo que le habían entregado para asesinar es el mismo bebé que le entregó al mensajero por pena.
Es entonces cuando Edipo comprende que él es hijo de Yocasta y Layo, que ha asesinado a su propio padre y que se ha casado con su madre. Todas las profesías se habían cumplido.
Un mensajero anuncia el suicidio de Yocasta y que Edipo se ha arrancado los ojos.
Edipo vuelve a aparecer, esta vez ciego, ante Creonte, que ha asumido el reino, y pide ser desterrado. Y así termina la obra.

Antígona

Antígonaes es la hija de Edipo y Yocasta, hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. El drama de esta tragedia comienza con Eteocles y Polinices que se iban a turnar el trono periódicamente, pero Eteocles decide quedarse en el poder y desata una guerra con Polinices quien arma un ejército. Ambos mueren en la guerra, uno a manos del otro. Creonte se convierte en rey de Tebas y dictamina que Polinices no será enterrado, dejando el cuerpo para los cuervos y los perros. 
Antígona decide enterrar a su hermano realizando los sacramentales ritos. Debido a esto, es condenada a ser sepultada viva, pero ella se ahorca. Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, intenta matar a su padre pero se suicida en el túmulo abrazado al cuerpo de Antígona (similitud con Romeo y Julieta)
Al enterarse de esto, la madre de Hermón, esposa de Creonte, se suicida. Creonte, quien finalmente se da cuenta de su error al haber decidido mantener su soberanía por encima de todos los valores religiosos y familiares, acarreando su propia desdicha.

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